La visita del Papa Benedicto XVI a Santiago de Compostela y Barcelona, vienen a confirmar la larga distancia que separa a los poderes de la Iglesia Católica, en España y en el mundo. Alejada sin remedio, de la realidad que viven los trabajadores y los ciudadanos.
Mientras el Jefe de la Iglesia, se sitúa frente a los problemas de la sociedad, alejándose cada día más de las vida cotidiana de las personas, mediante una clara injerencia en las decisiones personales e individuales, demonizando temas de interés general, como viene siendo el caso, del uso de preservativo, la eutanasia, el aborto, el matrimonio del mismo sexo, y tantas otras definiciones pecadoras, que les deja anclados en siglos muy pasados; por otro lado, cierra sus ojos y sus oídos a una realidad oscura y reciente de la propia iglesia católica relacionada con los casos de pederastia aparecidos en algunos lugares del mundo.
Como bien se ha manifestado en el trascurso de la historia, toda la organización de la Iglesia Católica, está al servicio del sistema que ampara las desigualdades sociales, siendo significativo que mientras miles de familias españolas, como consecuencia de la crisis, no tienen un solo puesto de trabajo y no disponen de ingresos suficientes para vivir dignamente, el representante supremo de la iglesia, el Papa Benedicto XVI, visita España. Acontecimiento religioso que se ha convertido innecesariamente, en un multitudinario acto organizativo sin precedentes que costará a las arcas del estado y a las comunidades autónomas visitadas, millones de euros, vía impuestos.
Con mis impuestos, nunca más. Los pobres del mundo, los necesitan más.
